NUEVO BLOG!

Luego de su extraña desaparición y de su estrepitoso fracaso como escritora de policiales, Jules vuelve a lo que mejor le sale...sufrir! Acudan a su nuevo grito de auxilio en el mundo blogger...

http://www.cabecita-de-novia.blogspot.com/

avatares...no hay que ser muy diestro para notarlo, quedará sin efecto hasta nuevo aviso...

... desde que abría los ojos por la mañana empezaba a esperarlo ya durante todo el día, acechaba todos los ruidos, se incorporaba sobresaltada, no le cabía en la cabeza que no llegara. Luego, a la hora de la puesta de sol, cada día más triste, ya lo único que deseaba era que llegara el día siguiente.


Gustave Flaubert, Madame Bovary.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Devuelta

Se terminaron las vacaciones nomás, the dream is over, y me incorporo a Buenos Aires, tan silenciosamente, que me parece que al mundo le da lo mismo que viva acá o en la China, o en la luna de Valencia, como solía decirme mi maestra de segundo grado.

Me fui con la vieja excusa de que la distancia iba a ordenarme las ideas, pero, cuando no, volví más caótica que nunca. Sin poder retomar ni una sola de las actividades previas a mi viaje, ni siquiera la manicure que religiosamente me hacía cada semana, mis uñas son un desastre.

Y el cinéfilo es un tema aparte...creo que el viaje no pudo evitar que me enamore, más bien todo lo contrario, frente a la proliferación de hippies sucios y rastosos en la playa, la imagen de ese chico que siempre huele a jabón y madera, se me aparecía como un oasis en medio del desierto.

Ahora me siento un poquito suya, cosa que nunca podré decirle, pero ayer me agarró de la mano mientras caminábamos hacia su casa, y lo dejé. Primero con la mano muerta, por el miedo, lógico.
Hasta que me pude sobreponer y metí cada uno de mis dedos entre los suyos, y sentí que estaba bien así.

En la playa, me metí al mar todos los días. Tengo un pánico terrible a las olas, que rompan sobre mi cabeza y me lleven hasta el fondo, y que, perdiendo el sentido de la orientación, me ahoguen.
Una cosa así me pasó a los siete años, sólo que no me ahogue pero conservo la nariz levemente torcida por el golpe.

Pero esta vez, por algún motivo, me sentí fuertemente atraida a repetir día a día, ese ritual de atravesar la rompiente, muerta de miedo, casi a punto de pedir auxilio, y una vez adentro, reposar en el vaivén de las olas, siempre con un vértigo en el fondo del estómago, pero con el entusiasmo y la euforia de una niña.

Y así es Totó para mí, como esas olas que siempre están a punto de estrellarse en mi cabeza, de arrastrarme hacia lo profundo, de ahogarme. Pero que me llaman desde atrás de la rompiente, llamado al que acudo compulsivamente, con la esperanza de recuperar mi inocencia.