NUEVO BLOG!

Luego de su extraña desaparición y de su estrepitoso fracaso como escritora de policiales, Jules vuelve a lo que mejor le sale...sufrir! Acudan a su nuevo grito de auxilio en el mundo blogger...

http://www.cabecita-de-novia.blogspot.com/

avatares...no hay que ser muy diestro para notarlo, quedará sin efecto hasta nuevo aviso...

... desde que abría los ojos por la mañana empezaba a esperarlo ya durante todo el día, acechaba todos los ruidos, se incorporaba sobresaltada, no le cabía en la cabeza que no llegara. Luego, a la hora de la puesta de sol, cada día más triste, ya lo único que deseaba era que llegara el día siguiente.


Gustave Flaubert, Madame Bovary.

martes, 30 de diciembre de 2008

Venus sobre Neptuno: un clásico.

Termina el año y nos ponemos sentimentales, ninguna excepción escapa a esa regla. Para evitarlo, me he procurado dosis bastante elevadas de alcohol en sangre.

Pero no, una vez más debo admitir que mis estrategias han sido inútiles, porque ni el brindis por doquier, ni las compras compulsivas, ni las trasnochadas violentas y las siestas obligadas, han sido eficaces: todavía siento.

Una vez detectado este nuevo fracaso le pedí disculpas a mi hígado y encaré nuevamente la penosa tarea de ver qué carajo me pasa.

En eso estoy, viendo qué peligrosa trama se anuda en mi pecho. ¿Habré caído nuevamente en las redes del amor? Eso es, por cierto, inevitable. Ya he dicho, mi energía neptuniana me hace ser bastante romanticona, y si, en uno de esos avatares del cosmos, me llego a cruzar con un hombre de mi misma naturaleza, zácate, "Lo que el viento se llevó" un poroto.

Podría estar de suspiro en suspiro, como cada vez que construyo un príncipe azul en un hombre perfectamente cotidiano, defectuoso y real. Pero no, la verdad es que la amenaza del candado persiste.

¿Qué quiero decir con esto? Desde que tengo uso de razón fui una mujer volátil y enamoradiza, del llanto despechado a flor de piel, de las cartas de amor no correspondido, en otras palabras, siempre fui bastante pelotuda.

Nunca tuve mayores inconvenientes con los te amos, sos el hombre de mi vida (frase que debo haber dicho por lo menos en tres noviazgos), y comentarios de ese mismo tenor.

La última vez que me enamoré hasta la médula, de Martín, creí que era absolutamente sincera. Pero yo tenía un viaje programado (era casi laboral pero significaba mucho más que eso), y decidí irme de todos modos, aún conociendo los riesgos, casi con espíritu temerario me fui.

Desde luego el romance es mi modo de vida, y a los tres días de mi estadía en Perú, me enamoré como loca de un peruano divino. Igual me lo reprimí, no fue tan grave, con los años me voy conociendo y sé que enceguecerme por un hombre no me representa ninguna dificultad, pero el compromiso, uf.

Por eso, porque tenía que madurar de una buena vez, me comprometí a una relación a distancia con un hombre al que sólo había conocido por tres meses, pero del que sin duda estaba enamorada. Cuando volvimos a vernos, luego de otros tres meses (sólo la mitad de nuestra relación había sido en presencia) todo aquello ya no estaba...

Yo no quise creerlo, que los te amos, los balcones bajo la lluvia, las caminatas interminables, los bares, los besos, todo había sido devorado por mi ausencia, quedando reducido a otro romance explosivo, pero fugaz.

Y no lo creí por mucho tiempo, él tampoco, hasta que, dos años más tarde, tomó el coraje para cruzar esa puerta, y no volví a verlo, nunca más. Claro que nos quisimos mucho, pero casi a la fuerza.

Después de pensar todo eso me digo: guarda, ¿vos sabés de qué corno se trata el amor? y tengo que reconocer que ni la más pálida idea tengo al respecto.


Estas son algunas de las reflexiones traumatizantes de fin de año, ...¿aprenderé a amar con desapego, con madurez?, ¿o mis sucesivos fracasos me han dejado imposibilitada para la entrega amorosa? ¿pero alguna vez me abrí realmente a alguien? ¿y a mí misma?

Y así me torturo, hasta que no aguanto más y pido una copa de champán, vodka, whiky, lo que sea.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Las sábanas rojas de mi amigo Totó

La cosa con el Cinéfilo se enrarece más y más, con el correr de los días.

Vayamos al inicio de la saga Totó y Jules, unidos por el desamor. Primero, antiguos compañeros de un curso de teatro, que se reencuentran luego de varios años y varios chats, para embriagar las penas de la soledad, en el balcón de Jules. Y en los bares, y en todo sitio dónde se expenda bebidas alcohólicas para mayores de 18 años.

Lógicamente, de la protesta enardecida, del puteo incensante a la ex de Totó, a la carcajada frenética, siempre hay un sólo paso que, con semejantes niveles de alcohol en sangre, uno ni se da cuenta que camina, o cuándo lo camina.

Porque se desahogaban, y porque se reían como locos, esos borrachos se hicieron, al poco tiempo, amigos entrañables.

Fue entonces cuando comenzó el famoso intersticio. http://avataresdeunachica.blogspot.com/2008/11/intersticios-o-la-mentira-de-tot.html

Antes de ingresar en la órbita feromónica, yo podía contar con el cinéfilo 24 horas al día, para que me hiciera olvidar un poco de mi ausencia de abrazos. Entonces me visitaba, nos tomábamos unas cervezas en mi caluroso balcón, y luego se iba. Yo nunca dudaba de que se iba a despedir sin tocarme un pelo. Era fantástico. Porque cuando se iba, efectivamente, me duraba la alegría por horas, como si la compañía de Totó fuese clave para empezar a aceptar mi soledad.

Luego, porque sí, se desató esa tempestad de besos y abrazos, a la que fue tan difícil acostumbrarse. El sexo con el cinéfilo siempre fue torpe, por la sencilla razón de que ninguno de los dos podía dejar de pensar. En qué, es un misterio. Pero los besos eran maravillosos, nos pasábamos horas besándonos en el sillón de casa, como si en un flash-back adolescente, Mamá estuviese siempre a punto de volver.

En algún momento, uno de los dos se asustó (creo que fui yo) de la posible gestación de un romance, en tiempos dónde, por tener el corazón alicaído, el romance es una mala palabra, la peor. Máxime que hay algunas ideas tontas que no logro desalojar de mi cabeza, por ejemplo la que sigue: que el romance se sostiene en la ilusión y la mentira. Y qué posibilidades tenía yo de mentirme respecto al cinéfilo, si sabía que él mismo estaba despechado con todas las mujeres del universo, y que todavía no lograba sacar la ropa de su ex del placard.

Así que me alejé, no es que dejara de atenderle los llamados o aceptarle sus propuestas, sólo que me entristecí, por motivos insondables, y me cerré.

Cosa que en almas mas o menos sensibles, nunca pasa desapercibido, porque puedo estar diciendo las exactas palabras, con el mismo tono de siempre, pero es algo en mi piel o en mis ojos, que se apaga.

Luego de varios días, Totó me increpó por teléfono, me reprochó mi distancia, o simplemente me dijo, no te alejes, y algo se me soltó, con esa tontería. Lloré por lo bajo, como cada vez que me percato del auto-encierro, y después me alivié. Acto seguido, me invité a dormir a su casa, porque hace siglos, desde Martín por lo menos, que no duermo con alguien. Le dije así, textual, hace siglos que no duermo con alguien y temo que me haga mal. El se río y me preguntó, cuando querés venir. Yo le dije, ¿hoy podés?

Así que fui nomás a conocer su casa, y estábamos tan entusiasmados como niños en un pijama party. Claro que previamente tuvimos que ver dos películas en el living porque ninguno de los dos se animaba a abordar la habitación.

Además con Totó no tenemos habilitados los besos porque sí, entonces no deja de ser extraño ponerte en ropa cómoda para dormir con alguien al que no besaste en toda la noche.

Para cuando terminó la segunda película, yo ya estaba profundamente dormida en el sillón, así que el pasaje al cuarto fue casi sonambúlico. Ahora, apenas tomé contacto con las sábanas del cinéfilo entendí todo. Eran frescas, rojas, tan suaves, creo que nunca había tenido esa sensación tan de verano al acostarme.

Lo que entendí, finalmente, es que en esas sábanas podía descansar, y que ya no había razón para estar a la defensiva.

Cecé podría decir que al entrar en contacto con el verdadero mundo de Totó, y no con los mundos alucinados que construye mi cabecita fóbica, pude relajarme y salir, por un momento, de mi encierro.

Como sea, son unas sábanas maravillosas.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Consuelo de tontos

La otra noche con Cecé, tuvimos una cena romántica, romanticona.

A no entusiasmarse mis queridos lectores, que lo que sigue no es ningún relato porno-lésbico, a la manera de Anais Nin (escritora que, en otro orden de cosas, recomiendo enfáticamente para jornadas masturbatorias). Sencillamente salimos tarde y hambrientas de nuestra clase de teatro, y dominadas por el espíritu de la improvisación, terminamos sentando nuestros culos famélicos en una de esas terracitas conchetas de palermo, so-ña-da.

Apenas entramos, mientras la recepcionista nos mostraba el lugar, Cecé y yo proferimos todas clase de grititos y frases entusiastas: ahhhhh, qué lindooooo, mirá la terraza, mirá la luna, ayyyy. Es que evidentemente tenemos atraso de citas; en lo que a mí respecta, la última vez que fui a un lugar paquete, el sujeto que tenía enfrente examinó la cuenta con tal mal gusto, que me obligó a decir: mirá que podemos compartir los gastos. Horrible. Y no es que me sienta completamente eximida de pagar una cena, si con Martín lo hacía religiosamente. Pero en una primera cita, qué necesidad hay de hacerme sentir que soy una compañía demasiado cara, por favor.

En este caso, como las dos somos clase media media, con aires (según dice Cecé), estábamos provistas de nuestros respectivos plásticos: que pague el banco, y después se verá.

Vino, sabores exóticos, parejas apasionadas; todo un espectáculo para nuestros sentidos adormecidos por la soledad. A la segunda copa admitimos, qué lindo sería venir acá con un hombre, y creo que nos odiamos un poco por ser dos solteronas que se tienen, exclusivamente, la una a la otra.

La soltería de Cecé es bastante más indescifrable que la mía. A ver, yo todavía estoy penando la desilusión de mi ruptura con Martín, defendiéndome lo más que puedo de los ataques masculinos, si por casualidad ocurre alguno. En un plano más concreto soy una mujer grandota y de aspecto dominante, lo que rara vez resulta atractivo para el sexo opuesto. Cuando digo grandota, en realidad pienso en gorda, pero repartida, gracias a mi longitud considerable, que me convierte en algo así como tres modelos juntas, o cuatro. No es que me interese proyectar una imagen pasarelesca, pero mi cuerpo no conoce la fragilidad, lo que a veces, la mayor parte del tiempo, no está a tono con la parte de mi ser que carece de forma (¿el alma?) siempre a punto de romperse. En definitiva, mi cuerpo me contradice, qué inconveniente.

Pero el caso de Cecé es radicalmente distinto, yo la miro y pienso que es todo lo que un hombre podría desear. Es her-mo-sa, coqueta, inteligente, graciosa; es el tipo de persona que embellece el mundo, y no en un sentido superficial de magazine de modas, sino con esa clase de belleza que imita al arte, o mejor dicho, de la que el arte intenta dar cuenta. Porque más allá de la armonía genética, sus gestos, sus movimientos, tienen esa gracia y magnetismo madonesco, que quitan el aire. Yo, si fuera hombre, la adoraría, y ojo que siendo mujer la adoro bastante, hasta dónde mi psiquis represiva me lo permite, al menos. Y sin embargo está sola y con unas ganas locas de dejar de estarlo.

Y así como ella, estoy rodeada de una legión de solteras blandiendo la bandera de "mejor, mal acompañadas", pero que siguen solas, obsesionadas con imposibles: tipos casados con otra, o con dios, o alienigenas, cualquier cosa que redunde en una traba para concretar la unión amorosa. También están las avocadas al éxito profesional, que ocupan poderosos escritorios de gerente en tal o cual multinacional, trabajando de lunes a lunes, pero que también, de tanto en tanto, me lloran su soledad. Porque las mujeres a las que me refiero son mis amigas, nada de esto lo leí en la cosmo, eh. Aunque podría haberlo leído perfectamente, porque así de boludas nos ponemos las mujeres cuando nos sentimos tan, pero tan profundamente solas.

Así me siento hoy, al menos, sufriendo por el gran desencuentro al que estamos condenados los seres humanos. Preguntándome qué hay más allá del reino encantado de la bella durmiente, qué viene después de la desilusión, de la mentira de Walt Disney, y si alguna vez maduraré lo suficiente para verlo.

Triste por Cecé, por mí, y por todas aquellas que todavía soñamos con un final feliz, cada vez más cercanas a la bruja que a la princesa. Combatiendo la tristeza con cenas románticas entre amigas, y mucho, mucho alcohol. Solas y desencantadas. Desilusionadas, endeudadas, mujeres frágiles o fálicas, con los nervios de punta y el corazón roto.

Jodidamente solas.

martes, 9 de diciembre de 2008

Pedro y La Maestra

El viernes pasado fui abducida de mi presente por la máquina del tiempo, que me vomitó sin escalas en los pasillos de Puán, mi vieja universidad.

Vayamos al principio, hará cosa de un mes recibo un mail de La Maestra, mi amigota de ese entonces, protestando porque hace siglos que no nos veíamos, y ya era hora de concretar el reencuentro. En el mail estaba copiado Pedro que, si me leen prolijamente, sabrán que es el bendito celestino que introdujo a Carlos Bovary en mi vida. (http://avataresdeunachica.blogspot.com/2008/10/el-amor-es-pura-sincrona.html)

Todos contestamos al unísono que seeeeeeee, que definitivamente era hora de vernos y rememorar viejas épocas...Así que empezamos a proponer fechas, que este viernes yo no puedo, que el próximo mengano no puede, y así sucesivamente, hasta que el reencuentro se postergó un mes. Vicios de la edad adulta, que le llaman.

A mí esas cosas me dan mala espina, porque los que me conocen saben que no puedo programar ni con dos días de anticipación. ¡Encima un mes! en un mes me pueden pasar tantas cosas...

Me las ingenié para olvidarme durante todo ese tiempo, y casi ni revisar la casilla de mail, o si la revisaba, leer como al voleo los mails que solicitaban confirmación del evento. Después los contesto, me decía, y mientras me sumergía cada vez más en mi actitud evasiva ante el pánico de enfrentar el pasado.

En la semana del día D, siguiendo con la pantomima de estoy muy ocupada para responder mails, recibo un mensaje de texto de La Maestra: si no venís, te mato.

En definitiva, el miedo opera siempre en mí, en todas sus formas, por lo que fui. Desde luego, dos horas más tarde de lo pactado.

Era un manojo de nervios, hace cinco años que no los veía, y sabía que venía la pregunta obligada: ¿qué es de tu vida tanto tiempo? Y yo que en todo el trayecto hasta la casa de La Maestra ensayaba posibles respuestas...a ver, me recibí de arqueóloga y me fui a trabajar a Egipto en una misión contra la privatización de las pirámides, o bien, soy psicóloga y acabo de publicar mi libro Cien ensayos sobre Freud, que es un éxito en todas las librerías. Luego me propuse ir con la cruda y real realidad: en aquél entonces soñaba con ser actriz y escritora, hoy sueño lo mismo, pero un poco más desencantada. Integro la legión de trabajadores llamados poéticamente golondrinas, y claro que con tanto picoteo avícola dificilmente llegue a fin de mes. Además estoy sola, que no es un además, sino un principalmente.

Ninguna de estas pruebas pilotos fueron necesarias, porque apenas llegué a la casa de La Maestra se desató una fiesta de abrazos y gritos de emoción. Encima fue bajar la mirada de su rostro y ver que ostentaba una panzota de siete meses. La muy turra nos había preparado esa sorpresa, porque ni mú había dicho del asunto que se gestaba en su vientre.

Yo colapsé, la ví tan feliz que no pude menos que contagiarme de tanta dicha y sacar a relucir mis frases más sentimentaloides. Pedro se reía y me decía, estás igual, lo que podría tomarse como un halago o no.

Después me zambullí estilo bomba en su albúm de casada, comentando desde los vestidos hasta la decoración del evento, demorándome una hora en cada foto. Me permití una vez más, por qué no, mis papelones de solterona.

Luego del episodio maternal, le tocaba el turno a Pedro, y él sacó del morral su tercer libro publicado por editorial de renombre. Yo estaba atónita, aquél eterno adolescente que me pasaba cuentos tipeados en arial 12, se había convertido en un señor escritor.

Nos regaló un ejemplar y debo decir que me lo devoré al día siguiente en menos de dos horas, el libro es excelente.

Pensar que la vida les dio a los dos aquello que tanto deseaban, me conmociona.

Huelga decir que cuando llegó mi turno en la exposición de logros y afines, carraspié, respiré hondo y dije...yo no publiqué un libro, ni estoy esperando un hijo, pero me armé un blog. Risas en el auditorio, y nuevamente la frase-puñalada: sos la misma de siempre.

Ojo que me encantó verlos, siempre los quise mucho, a La Maestra la dejé de ver por esas cosas de la vida, y a Pedro, bueno, esa es otra historia.

Pero a pesar de haber asumido el rol de la fracasada una vez más, en veladas de reencuentro, (que por eso las evito) fui feliz, profundamente feliz por ellos. Y la empatía no es poca cosa, che.

Ahora, justo venir a encontrarme con una mamá rutilante y un escritor consagrado...para masoquisitas, eso sí, no hay quién me gane.



Si me leen, porque para cancherear les pasé mi blog, sepan que disfruté mucho de verlos, y que sería un honor repetirlo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

La puta de Totó

Totó y yo volvimos a explorar el intersticio.

Era cuestión de tiempo, lo sé, un amigo es una cosa, y una relación habitada por la incertidumbre, otra.

Sólo bastó un llamado del cinéfilo, y un me urge invitarte un helado, invitación que me sabe incapaz de rechazar.

Y cuando pasó por mí, algo, quizás un pequeño detalle, no pude verlo claramente, pero era evidente que nuestro microcosmos relacional se había trastornado. Le vi la chispa sexual en los ojos, me hice la desentendida, pero se la vi. Y me incomodó, tanto.

De repente un plan tan habitual como un helado, se había transformado, por la magia de las feromonas, en una cita. Y yo me desempeño tan bien en los helados, pero tan mal en las citas, que puse toda mi atención en mi dulce de leche sensación y traté de hacer caso omiso a esta nueva y perturbadora mirada de Totó.

Mientras discutíamos alguna trivialidad que habíamos leído, me dice, sabés que me gusta mucho estar con vos. A lo que le respondo: Claro, Totó, a mí también me gusta. Y él: Sí, pero yo te lo estoy diciendo con un tono diferente al tono con el que vos me lo decís.

Me río llevando la cabeza para atrás, con esa carcajada tan falsa que uso cuando estoy nerviosa.
Si te pone nerviosa cambiamos de tema.
No estoy nerviosa, pero no sé que querés o cómo querés que te diga, a mí también me gusta...eh, sí estoy muy nerviosa.

Entonces empiezo a gritar tensión, tensión...porque cuando entro en pánico pierdo la capacidad de articular oraciones.

Totó me besa, y es el beso más torpe que recibo desde la adolescencia, cuando usaba ortodoncia y cualquier beso que diera acarreaba el riesgo de hundir el metal en las encías del besado.

Y mientras nos besamos pienso que estoy haciendo cualquiera, que no tendría que besar a Totó, porque es mi amigo, después de todo, y es ese beso ajeno a todo despertar sexual el que me lo confirma. No me pasa nada de lo que debería pasarme en ocasiones como éstas.

Así y todo lo hago subir a mi casa, de curiosa nomás, y de hormonalmente sublevada.

Lo que sigue es torpeza tras torpeza, la imposibilidad de unir los helados y las películas al cuerpo que ahora se desnuda enfrente mío. Veo la cara que pone cuando se excita y me río. Es que no le conocía ese gesto. Definitivamente estoy desconcentrada.

Estar con un amigo tiene sus cosas, porque a pesar de nuestra pésima performance, cuando damos por terminado el asunto, me abraza y no siento el vacío. Por primera vez en mucho tiempo, no lo siento. Se queda horas acariciándome el pelo, y yo me pregunto si las mujeres no cogeremos para llegar a este momento. Me siento muy bien, no sé por qué, no quiero pensar.

Con el correr de los días, normalizamos el asunto de la desnudez, pero yo sigo pensando que hago todo ese despliegue erótico en pos del mimo final, la caricia en el pelo.

Confieso que estoy un tanto fatalista, porque mi amigo el cinéfilo se ha convertido en una suerte de amante bizarro. Y perdí un amigo, que se le va a hacer. Además sé que mis púas, tarde o temprano, se me van a erizar en la espalda. Están, de hecho, erizadas mientras escribo. Casi tentada de borrarme de la faz del universo Totó.