Define el diccionario de La Real Academia Española: Intersticio, (del latín interstitium) sustantivo masculino, es la hendidura o espacio, por lo común pequeño, que media entre dos cuerpos o entre dos partes del mismo cuerpo.
La historia de cómo vine yo a consultarle al libraco semejante término se remonta a unos pocos meses atrás, cuando Totó y yo nos hicimos amigos.
Totó se había separado, yo otro tanto. Y allí estábamos, sedientos de soledad, y al mismo tiempo, desoladamente solos. Por eso nos convertimos más que en amigos, en acompañantes terapéuticos. Yo le prestaba libros, él películas, bebíamos, insultábamos a nuestros respectivos ex, una relación maravillosa.
Supongo que hay veces en que los amigos vienen a ocupar ese espacio que queda vacío cuando un hombre se va. Entonces vas al cine como si fueras con tu novio, te exhibís en pareja, por fortuna formás parte de ese mundo tan dichoso. Aunque a la hora de la verdad Totó te deje en tu casa, despidiéndote con un abrazo afectuoso, y a dormir siempre sola, se ha dicho.
De a poco me fui encariñando como loca, con ese hombrecito eternamente joven, obsesivo hasta la médula y tan torpe que es un encanto verlo es su despliegue de titubeos pseudo adolescentes.
Casi que Totó es una suerte de alter ego de Jules. Con más testosterona y más autoestima, por cierto.
Y como nos conocimos desde un lugar no sexual, no histérico y no romántico; al poco tiempo mi amigo el cinéfilo se enteró de todo mi prospecto. Por ejemplo, que cuando me agarra la tanada y le discuto hasta al cajero del supermercado, es porque estoy gestando una explosión colosal de angustias y llantos. Y que cuando finalmente lloro, me consuelan los helados y los abrazos. Nunca fue tan difícil. Pero es que la cuestión del sexo no los deja ver con claridad, parece.
En eso estábamos, Totó y yo, disfrutando de la fuente de dicha inagotable que es la amistad, hasta que un sueño compartido confundió todas las cosas. Soñamos lo mismo, ya les conté. Cecé diría que yo me identifiqué con su sueño. Pero que quieren que les diga, a mí me dio escalofríos todo ese asunto. Y creo que a él también. Pero nos hicimos los guapos y aquí no pasó nada.
Pero pasó, no me voy a mentir. Comenzaron las preguntas y los soliloquios, y si Totó fuese...no, Totó no, Totó no. Y Tony y Cecé que para casamenteras no hay con qué darles diciéndome: para mí te vas a enamorar de ese chico, y La Astróloga rematando con un no escuches a tus amigas, en el fondo vos sabés qué sentís y qué no.
Como en la sociedad que tenemos con Totó, la contraseña de acceso es la sinceridad total, a los poco días le confesé mi estado de confusión y él hizo otro tanto. Estábamos metidos en una ensalada de términos y definiciones, el sólo amigos no se adecuaba a esta nueva realidad, pero no había sustantivo que lo reemplace. Y nadie es tan evolucionado como para permitirse transcurrir en un vínculo sin nombre alguno.
Entonces Totó acuñó la frase nuestra relación es el in between, es que su lengua nativa es el inglés y por eso hay veces que me suelta conceptos en ese idioma. Como a mí las definiciones anglosajonas no me sirven, le pedí que por favor me explicara que quería decir con eso. Y me dijo que es esa zona o energía que se produce entre dos personas o cuerpos próximos o relacionados.
Ah, el intersticio, le dije. Y juro que en mi vida había utilizado esa palabra, pero calculo que la estaría guardando en mi inconsciente para ocasiones como estas. Sí, eso. Genial, habíamos encontrado la respuesta para tanta intríngulis. Ambos quedamos satisfechos.
Al menos hasta el día siguiente, cuando observé que los soliloquios no habían cesado y que su definición no me conformaba en lo más mínimo. Y entonces le dije: El intersticio es una mentira, va a llegar el momento en que me voy a tener que enfrentar a la pregunta ¿qué me pasa con este sujeto? El intersticio es insostenible. Y él nunca estuvo tan de acuerdo conmigo, fue como si me hubiese mentido a conciencia. Me confesó que ya lo sabía, pero que no le temía a esa pregunta. Traición.
Acto seguido, mi consulta semanal con los astros, y de nuevo a llorarle a La Astróloga, porque Totó es el hombre perfecto para abrirme y enamorarme, pero no estoy dispuesta. Y ella que a través del humo de sus sahumerios ve todo mucho más claro, quizás sea perfecto, pero no te enamora, punto.
Hace unos días que Totó y yo entramos en la fase de silencio. Y otra vez tomé conciencia de mi soledad, como si volviera a mirarla de frente cada vez que una ilusión se trunca. Pero esta vez sin culpas ni reclamos. Si no es tiempo de abrirse, ya vendrán tiempos mejores.
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