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Luego de su extraña desaparición y de su estrepitoso fracaso como escritora de policiales, Jules vuelve a lo que mejor le sale...sufrir! Acudan a su nuevo grito de auxilio en el mundo blogger...

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avatares...no hay que ser muy diestro para notarlo, quedará sin efecto hasta nuevo aviso...

... desde que abría los ojos por la mañana empezaba a esperarlo ya durante todo el día, acechaba todos los ruidos, se incorporaba sobresaltada, no le cabía en la cabeza que no llegara. Luego, a la hora de la puesta de sol, cada día más triste, ya lo único que deseaba era que llegara el día siguiente.


Gustave Flaubert, Madame Bovary.

martes, 21 de octubre de 2008

¿Existen las almas gemelas?

El amor es pura sincronía. Es encontrarlo en un barrio que ninguno de los dos frecuenta. Es pensar en él y que llame. Es divisarlo a lo lejos, en un recital dónde hay al menos veinte mil personas. Es amar al otro y magnetizarlo.

Eso es lo que ahora no me pasa. Puedo pensar en un chico distinto cada día, pero con suerte me lo encuentro conectado en el chat. Y andá a saber si me habla.

Sin embargo me pasó, por eso doy fe.

Allá en el tiempo, una mañana de sol, tomaba un café con mi amigo Pedro, sentados plácidamente en el bar de la facu. Pedro correteaba a todas las chicas de la clase, pero a mí me veía como a una amiga. Y aunque él no me gustaba, no crean que mi ego se engolosinaba con ser la única mujer en el mundo que no despertaba sus apetitos carnales.

Ahora sé que ese rol que yo ocupaba en la vida de Pedro fue la primer sincronía.

Mientras tomábamos el cortado, demorando el regreso a clase, Pedro me arrima hacia el y me dice en voz muy baja: "te voy a presentar a un chico que te va a gustar mucho".

Entonces lo , casi como una aparición, cruzando el espacio con saltitos imperceptibles. Llevaba una barba larga recortada prolíjamente y una remera roja. El típico estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Fue verlo y amarlo todo al mismo tiempo. Calculo que Pedro lo supo por mi cara de idiota, y lo invitó a sentarse. Nos presentamos. Carlos. Yo.

Apoyó el libro en la mesa y esa fue la oportunidad ideal para entablar un diálogo. Que qué leía, le pregunté. Desafortunadamente yo no conocía al autor así que ante su respuesta, opté por el silencio.

A partir de ese momento, Pedro y Carlos empezaron a debatir algo que no llegaba a entender. Mi performance era la peor. Pero estaba frente a él, y eso me bastaba para ver cómo el sol le arrancaba de los ojos un brillo color miel delicioso.

En ese entonces yo tenía un novio con fecha de vencimiento, eso no me preocupaba. Pero tenía que lograr que Carlos se enamorase de mí, antes del receso de los finales.

Para alcanzar tal fin, usé mi arma más letal: la persecución solapada. Por si alguien no la conoce, cosa que dudo, la misma consiste en generar la mayor cantidad de encuentros con la persona amada, pero hacerlo con tal disimulo que se tomen como fruto de la mera coincidencia.

Entonces lo veía comprando apuntes, y justo yo pasaba por ahí a comprar unos textitos. Carlos estudiaba en la biblioteca, pues a leer en la biblioteca se ha dicho. Así me lo cruzaba todo el tiempo, él con su media sonrisa, y yo con el itinerario de torpezas que son mi marca registrada. Que me llevo gente por delante, que tartamudeo o hago comentarios inmundos de lo tontos que son.

Así, a trabajo de hormiguita, un día me llama para pedirme unos apuntes. Yo le paso la dirección y me pongo verborrágica. Otra vez mi repertorio de frases chistosas. Milagrosamente vino. Yo salí a la puerta de calle porque en ese entonces vivía con mis padres. Nos reparamos de la lluvia. En realidad él se refugio abajo de un techito mientras yo me mojaba como una tonta. Me había traído un chocolate enorme. Y me preguntó si salía con alguien. Yo todavía mantenía a ese noviecito pero balbucié algo incomprensible y cambié de tema.

A partir de ese momento vinieron los cafés a rolete. Cada gramo de cafeína era una mariposa más que me atacaba como los pájaros de Hithcock. Un día el grupo de la facu organiza una salida, yo me sumo con un entusiasmo furioso. Carlos también acepta. Salimos de clase a las nueve de la noche y uno a uno los chaperones de turno se empiezan a dar de baja. Entré en pánico.

Entonces Carlos dice las palabras mágicas: "¿salimos igual?"

Yo no podía darme el lujo de pasearme con un hombre que no fuese mi entonces novio, y porque soy muy perseguida dije: "ok, pero vamos a tu casa". Siempre fui bárbara en esto de hacerme desear.

Conocí su casa y su mundo. Me mostró libros, discos, videos. Yo me tiraba en su sillón y me cubría la boca con la copa de vino. No sé si llegué a hablar en algún momento. Si recuerdo exactamente lo que él me dijo. Que le gustaba mucho, y que dejaba todo por mí. En clara alusión a que yo tenía que devolver gentilezas y dejar a mi novio.

Fue exactamente lo que hice al día siguiente. Un llamado rápido y el otro pobre cristo que no entendía nada de lo que estaba pasando. Resuelto el asunto, me fuí corriendo a la facu. El viaje hasta allá me llevaba una hora y no tenía ninguna clase ese día. Y eso le dije a Carlos cuando lo ví, que había venido sólo para verlo y que lo otro ya estaba.

Carlos se sonrío con esa media sonrisa que adoraba y me invitó otro café.

Con algunos intervalos, nos amamos durante cuatro años.

Y después dejamos de hacerlo. Al menos eso nos dijimos.

Sí estoy convencida de que fuimos abandonados por la sincronía del cosmos. Porque nunca más volví a verlo. Incluso sé que está muy bien con su novia. Pero a veces, por un ratito nomás, pienso que quizás sea cierta esa ingenua teoría de las almas gemelas. Y que yo la conocí un día cualquiera, a las diez de la mañana, hace siete años.

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